La contradicción invierte la vida. Es la inversión de esa corriente creciente de la vida la que se experimenta como sufrimiento. Por ello el sufrimiento es la señal que advierte sobre la necesidad de cambio en la dirección de las fuerzas que se oponen.
Aquel que se encuentra detenido en la marcha por su repetida frustración está aparentemente detenido porque, en verdad, regresa. Y una vez y otra vez, los fracasos pasados cierran su futuro. Quien se siente frustrado ve el futuro como repetición de su pasado al tiempo que experimenta la necesidad de separarse de él.
Quien presa del resentimiento acomete el futuro, ¿qué no hará por vengar en intrincado desquite, su pasado?
Y en la frustración y en el resentimiento se violenta el futuro para que curve su lomo en sufriente regreso.
A veces, los sabios recomendaron el amor como escudo protector de los sufrientes embates... Pero la palabra “amor”, engañosa palabra, ¿significa para ti el desquite del pasado o una original, límpida y desconocida aventura lanzada al porvenir?
Así como he visto a lo solemne cubrir grotescamente lo ridículo, así como he visto a la vacua seriedad enlutar lo grácil del talento, he reconocido en muchos amores la autoafirmación vindicativa.
¿Qué imagen tienes de los sabios? ¿Verdad que los concibes como seres solemnes, de ademanes pausados... como quienes han sufrido enormemente y en función de ese mérito te invitan desde las alturas con suaves frases en las que se repite la palabra “amor”?
Yo, en todo verdadero sabio he visto un niño que corretea en el mundo de las ideas y las cosas, que crea generosas y brillantes burbujas a las que él mismo hace estallar. En los chispeantes ojos de todo verdadero sabio he visto “danzar hacia el futuro los pies ligeros de la alegría”. Y muy pocas veces he escuchado de su boca la palabra “amor”... porque un sabio verdadero nunca jura en vano.