Cuando
hablamos de “sensibilidad” no nos referimos a, por ejemplo, “ser sensibles ante
los problemas de los demás” o a “tener sensibilidad artística”. Sino a cómo es
nuestra “particular mirada” frente al mundo.
“Los objetos percibidos siempre están cubiertos por el manto multicolor
de otras percepciones simultáneas y de recuerdos que en ese momento actúan;
percibir es un modo global de estar entre las cosas, un tono emotivo y un
estado general del propio cuerpo...” (Los
Paisajes y las Miradas, cap. 1 del libro El Paisaje Humano, Silo).
Cada
persona tiene su forma de “mirar” el mundo, una forma influida por sus
recuerdos, sus sensaciones y sus expectativas. Y esa forma de percibir,
aderezada por un “tono emotivo”, da lugar a lo que estamos llamando
“sensibilidad”.
Así,
cuando nos relacionamos con otra persona, la miramos desde esa particular
sensibilidad que nos hace adherir o no con ella, es el “me gusta” o “no me
gusta”. Si la forma de vestir, de hablar, de pensar… del otro no coincide con
nuestra sensibilidad, es posible que la comunicación se dificulte bastante.
Pero,
¿dónde nace nuestra sensibilidad, nuestra mirada particular? En nuestros años
de formación, de los 0 a 10 años, principalmente. Es lo que vamos a llamar “paisaje de formación”.
Para entender
un poco más sobre nuestra sensibilidad, os proponemos un breve ejercicio de
reflexión. Describir, sin hacer valoraciones, sin juzgar:
- Objetos tangibles de la época de tu infancia: vestimenta, juguetes, vehículos, aparatos, alimentos, bebidas, libros, etc.
- Valores e intangibles: lo que era importante, las motivaciones, el ideal de felicidad, lo que se consideraba bueno o malo, etc.
- Sintetizando, ¿cómo ves qué esa sensibilidad de la época en que te formaste te influye actualmente?
PRÓXIMA REUNIÓN:
Miércoles 24 de julio a las 20:00 horas
Tema:
"Las falsas esperanzas", experiencia con imágenes
C/ Ponferrada, 4 local (Barrio del Pilar) - 28029 Madrid
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