jueves, 28 de junio de 2018

Del cuidado del fuego a los alfareros



La historia de los seres humanos va muy unida al fuego. Los homínidos existen desde mucho antes, pero hay un momento en el que se establece la relación con el fuego, se recoge, se conserva, se lleva de un lado a otro en los primeros hornos… Y esa relación será lo que lleve a los homínidos hasta los seres humanos tal como somos hoy en día. Ese fue el mayor salto hacia la humanización, entendida como una conducta intencional.

Ese fuego que se producía en incendios, volcanes, etc. fue “capturado” y convertido en parte de un estilo de vida, donde había hogueras y luz para iluminar las cuevas y la noche, fuego para cocinar, calentarse, etc. Fue una verdadera revolución.

La preocupación por conservar ese fuego –que si se perdía se podía tardar en recuperarse incluso generaciones– tuvo mucho que ver con las mujeres, las cuidadoras del fuego.

Y se comenzó a desarrollar toda una tecnología para conservar ese fuego. De ahí surge el horno, inicialmente un agujero en el suelo, cubierto de piedras. También pequeños hornitos de barro para transportar el fuego, barro que se iba endureciendo con el calor. Y se va haciendo evidente que el fuego produce transformaciones en las cosas y que la materia cambia…

Más tarde, miles de años después del inicio de la conservación del fuego, se aprende a producirlo, dándose otro gran salto de enormes repercusiones. Porque se ganan una autonomía y un poder nuevos.

Son momentos de inspiración (coger el fuego, producirlo) que llevan a cambios para toda la especie. El ser humano empieza imaginando las cosas y luego las va realizando.  Imágenes revolucionarias.


Y junto al fuego, van a prendiendo a trabajar con nuevos materiales –además de las piedras, que están en los inicios de la hominización–, la arcilla y el barro, materiales blandos y maleables con los que van amasando y creando hornitos y pequeños recipientes. También modelan pequeñas figuras de diosas, figuras simbólicas con un significado mágico, relacionadas con una espiritualidad. Y ese amasar es distenso, produce un tono suave, concentrado pero liviano. El inicio de un pensar.

Como se decía en un taller anterior: “el trabajo con la arcilla es el esfuerzo que uno hace para modelarse a sí mismo”.

Ya en el neolítico empieza la producción de cerámica, fundido de metales, vidrio y van aprendiendo a subir la temperatura. En China y Mesopotamia se empieza con las primeras cerámicas, en Uruk el primer torno de alfarero, en el 3.500 a.e. La palabra “cerámica” viene del griego y significa “hecho de arcilla”.  Cerámico era el barrio de los alfareros en la antigua Atenas.

Se desarrollaron oficios con todas estas técnicas. Y los que dominaban los oficios eran personas importantes, muchas veces el herrero se convertía en el primer rey de un pueblo. En los mitos, dioses alfareros creaban a los seres humanos a partir de la arcilla y le daban vida con el soplo divino. Esto nos habla de los primeros tiempos de la cerámica en las civilizaciones, de nuevas técnicas como el fuelle, para subir la temperatura.  El mito más antiguo que nos habla de esto es el de Gilgamesh, en Uruk, en tiempos de los sumerio-acadios.



En el mes de junio iniciamos una serie de talleres para trabajar la arcilla, luego cocerla y hacer cerámica y finalmente decorarla con esmaltes. Entonces, vamos a modelar y a trabajar con hornos.

Para el modelado hay varias técnicas:

·        Simple: vamos trabajando la masa de arcilla, dándole la forma que queramos, tiene que estar húmeda pero no demasiado. Hay varias herramientas para trabajarla.

·        Con churros o chorizos: vamos formando anillos que vamos uniendo mediante cosido y luego cubrimos y hacemos una capa uniforme.

·        Compuesto: hacemos varias piezas que luego se unen.

·        Modelado aprovechando un molde, antiguamente se aprovechaba un cesto, una calabaza, una bolsa de cuero…

Como en cada taller, es bueno observar unos intangibles que nos den dirección en el aprendizaje. El tono o la intensidad del trabajo, que para la arcilla es bueno que sea un tono suave, de ablandarse junto con el material y dejar que fluyan las imágenes. La pulcritud tiene que ver con cuidar el ámbito, tanto las cosas como las personas, atender a la relación con los otros. Y la permanencia, para llevar el trabajo hasta el final.

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