La no violencia no consiste simplemente en ser «pacífico», no es lo contrario de ser violento. La respuesta violenta es mecánica, es la fácil, la que primero sale, en ocasiones, ante una situación que nos genera tensión. Y ante una tensión (real, proyectada o imaginada) una de las posibles respuestas es atacar (verbal o físicamente).
Pero la no violencia puede ser algo más que un
tipo de respuesta. Una forma de sentir, una forma de mirar o, incluso, un
estilo de vida. Pero es un estilo de vida que difícilmente viene “de fábrica”,
más bien es algo intencionado, algo aprendido.
Nos planteamos cómo «activar»
la no violencia, cómo poner esa intención en marcha.
Y algo que nos lleva en
esa dirección es la conexión con los
otros. Conexión que por momentos se hace más complicada, cada vez hay más
encerramiento, más individualismo, vamos en el metro conectados a una pantalla
e ignorando lo que nos rodea. «Porque la atmósfera social está envenenada de
crueldad, nuestras relaciones personales se hacen cada día más crueles y el
trato que se da uno a sí mismo es también cada vez más cruel» (Silo, 2005).