En esta época de gran cambio
están en crisis los individuos, las instituciones y la sociedad. El cambio será cada
vez más rápido y también las crisis individuales, institucionales y sociales.
Esto anuncia perturbaciones que tal vez no sean asimiladas por amplios sectores
humanos.
Las
transformaciones que están ocurriendo toman direcciones inesperadas produciendo
una desorientación general respecto al futuro y a lo que se debe hacer en el
presente.
El cambio está ocurriendo en
la economía, en la tecnología y en la sociedad; sobre todo está operando en
nuestras vidas: en nuestro medio familiar y laboral, en nuestras relaciones de
amistad. Se están modificando nuestras ideas y lo que habíamos creído sobre el
mundo, sobre las demás personas y sobre nosotros mismos. Muchas cosas nos
estimulan pero otras nos confunden y paralizan. El comportamiento de los demás
y el propio nos parecen incoherentes, contradictorios y sin dirección clara,
tal como ocurre con los acontecimientos que nos rodean.
Por
lo tanto, es fundamental dar dirección a ese cambio inevitable y no hay otra
forma de hacerlo que empezando por uno mismo. En uno mismo debe darse dirección
a estos cambios desordenados cuyo rumbo desconocemos.
Como los individuos no
existen aislados, si realmente dan dirección a su vida modificarán la relación
con otros en su familia, en su trabajo y en donde les toque actuar. Este no es
un problema psicológico que se resuelve adentro de la cabeza de individuos
aislados, sino que se resuelve cambiando la situación en que se vive con otros
mediante un comportamiento coherente.