Explica Kavita Ramdas, defensora de la equidad de género, que las «mujeres son cruelmente oprimidas por prácticas culturales y, a la vez, son quienes preservan la cultura en la mayoría de las sociedades. ¿Es el hiyab o el velo en la cabeza un símbolo de sumisión o de resistencia». ¿A qué se debe esta paradoja?
Las mujeres han hecho grandes aportes a lo largo de la historia y «antes», pero apenas los conocemos. Muchos han sido borrados, como las diosas madres paleolíticas, que fueron desapareciendo sustituidas por dioses con el desarrollo de la civilización. Otros aportes, ya en una era dominada por los hombres, han quedado en la sombra u olvidados…, o incluso, atribuidos a hombres. Lenguajes de programación, el primer prototipo de ordenador, el salto de frecuencias (que llevó al WiFi y al GPS), el análisis estadístico de los datos, la primera novela, las primeras poesías firmadas…
Para valorar los aportes femeninos y reconocer esos modelos inspiradores necesitamos conocer mejor nuestra historia y sacar a la luz a esas mujeres que quedaron ocultas.
Porque si las mujeres, que son el 50% de la población mundial, no hubieran estado contenidas y prisioneras de tantos límites, sin salir del umbral de sus hogares, ¿quién sabe dónde hubiéramos llegado ya como humanidad?
Poco más de cien años llevamos las mujeres luchando por nuestros derechos de forma colectiva… en una civilización que se inicia hace más de 5.000 años. Es apenas nada. Pero nuestro empuje global ya es notorio. Se empezó reclamando iguales derechos de participación política, derechos a gestionar la propia vida social, el propio cuerpo… Ahora el movimiento feminista (en su diversidad) trata de defenderlo todo: la pluralidad racial, sexual, de género, el pacifismo, la desmilitarización, el cuidado del planeta… Desde metodologías de no violencia, en una búsqueda de modelos y formas propios de hacer las cosas.
La mujer hoy se mira a sí misma, sin dejar de mirar su entorno. En esa búsqueda, quedarse en las «formas» no tiene mucho sentido, porque lo que está en juego es el «fondo», los derechos de todos y nuestro futuro como humanidad que, algún día será, como defendía María Zambrano, una «sociedad de personas», sin más etiquetas…
Como cantaban las mujeres de la India en marchas feministas hace años: «No somos flores, somos chispas de cambio».
Publicado en Ventanas abiertas nº 9 marzo 2021
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