El taller del
Fuego nos permite recorrer y experimentar parte del proceso evolutivo del ser humano
como es a través de la conservación y producción del fuego; el trabajo con
materiales fríos (mármol, resina, yeso,
cemento, etc.) y los moldes correspondientes; el trabajo con materiales
calientes, cerámica, metales como el peltre, aluminio, cobre, bronce, hierro y
vidrio. El trabajo con temperaturas implica el uso de moldes, crisoles, herramientas,
hornos, fraguas adecuados. El fuego ha sido esencial en la evolución del ser
humano, siempre ha ido acompañando saltos de cualidad, de ampliación de la
conciencia.
Los
talleres de fuego enseñan a
proporcionar internamente, a hacer equilibradamente. Se va adquiriendo
proporción interna gracias a ese trabajo externo que vamos experimentando con
los distintos materiales. Al querer plasmar esa imagen nos vamos encontrando
problemas de exactitud, de detalles, al ir corrigiendo esos dificultades ganamos en
proporción y equilibrio.
Hay
un tono adecuado para cada material. No es lo mismo moldear una figura de arcilla que pulir un
metal, podemos ir observando cómo es el tono que precisa cada material.
El material
tiene su tiempo de secado y su tiempo de cocción, cada material tiene su
“tempo” y si no se le respeta se quiebra, se rompe.
Para resonar con la materia tenemos que ir
soltando prisas, expectativas, impaciencias, que nos impiden conectar.
Al producir transformaciones sobre la materia que estamos
trabajando también se van produciendo cambios en uno mismo.